brotes de luz

una hormiga amaneció temprano y empezó a recorrer el borde de mi cuerpo sobre el colchón, marcando la diferencia entre estar viva y amarte. en el punto donde casi se tocan la realidad y el sueño, me desperté. sin darme cuenta, me quedé observando el suelo, con esa mirada inerte que no da paso a ninguna emoción memorable. haciendo un esfuerzo recordé las casillas del sudoku que ayer no consiguieron llenarse y se me antojó una taza de café con hielo, como si fuera lo último que pudiese yo tomar antes de ir a morir a la silla eléctrica.
hacía calor. muchísima calor y humedad. de repente caí en la cuenta de que mis ojos estaban clavados en el punto de fuga exacto donde la luz que entraba por la rendija de la puerta se confundía con el rayito de sol que intentaba invadir las paredes blancas del cuarto. la hormiga seguía haciendo su caminito al borde de mi piel desnuda, como si me estuviera tomando las medidas. fue cuando llegó al pie izquierdo que mi expresión cambió radicalmente, y comencé a reír con esa risa tonta de mañana, dulce, incontrolada, casi con atisbos de locura transitoria. bueno, es que yo soy muy cosquilluda, la verdad.
esos fueron unos de los segundos mejor empleados de mi vida y todo gracias a una hormiga y su afán de delimitarme. tal vez tenía miedo de caerse a la cama, o tal vez mi cuerpo todavía estaba calentito, o bueno, sólo hay que huir de las casualidades como decía aquel maestro mío, y todo es un origen de nada en sí mismo como digo yo, como esa risa tonta consecuencia de un humor cáustico, o los idiomas muertos que algunas personas se empeñan en hablar mediante conversaciones vacías, interrumpidas por el timbre de clase o búsquedas fugaces en el diccionario de traduccciones bíblicas.

xío xicarú

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