Kaan

No quise mover ni un sólo objeto, ni un sólo cabello, quise dejar el recuerdo intacto (¿habría forma alguna de congelarlo todo en ese momento?), las sombras en la pared, el hueco en la almohada, el hueco entre mis dedos. Nunca supe si el tiempo se detuvo, o si pasó tan rápido, si cerré los ojos dos segundos no lo recuerdo, pero todo se volvió ceniza blanco y negro una película.

Ya no estaban los libros, los cuentos, las historias, mis libretas, nada; los discos no estaban no Plant no Gilmour no Janis resonando en las bocinas.

El cuarto se oscureció y no amaneció en varios días, las paredes se hicieron arena, los muebles se cubrieron de yerba que nunca más fumaríamos, las sábanas en que dormías se secaron con el viento, y crujieron igual que hoja seca. Me confundí entonces con el aire y el sueño, sentí en silencio como se iba desarmando mi esqueleto, no quise moverme para dejar el recuerdo intacto.

El zumbido del timbre no llegó (las sábanas crujieron tal como hoja seca), no hubo alguien que metiera la llave, no llegó alguien que intentara algo; a punta de trancazos voy royéndome la piel para seguir creciendo.

Ro

melancolía

como la piel del alacrán, que nunca envejece. así comienzo yo a vivir esta realidad soñada, de una cadena de sonrisas que me hacían volar. como un sueño real, algo que pasa por mi mente intentando aferrarse a cualquier mota de verdad. es una certeza incontrolable, que habla acerca de los olores de tu piel, de cómo vuelan las cometas en verano y del sonido que forman las estrellas de noche, cuando rebotan contra el mar. es una mezcla de sabores entre los que puedo distinguir lo dulce de tus dedos entre los míos, la distancia del fuego y el aire, que se regocijan el uno en el otro, clandestinamente, entre tallos verdes y cenizas negras.
me duele el vientre de no tenerte dentro, y los suspiros van marcando los trazos del tiempo que no eres mío. pero ya se hace tarde, otro día más, tomando café y persiguiendo el vuelo de las gaviotas. yo aquí, en la cárcel del recuerdo.

xío xicarú