Del costalar de promesas

I

Si ha des(c)ierto algo
el mundo,
cansado algo camina
yo o arena vidriada.

Tormenta, sol aciago,
luciernaga diurna
legado celeste,
solo viento o zarza al viento,
gotas rebotando.

                              Vals.

II

Deseo quedo, ambición caduca,
esperanza  tañe cristales.

Dios.
Calabrea
vida frágil tormenta.

Costalar de recuerdos tras la ventana,
diez años entonces.
Luz, gota rota, prismacolor
habitación de princesa.
Ojos-espacio-horizonte,
cielo-tierra colisión de esferas,
matices de dos colores
bañados de Sol.

III

Nada ansío, acelero,
nada importa o acaece,
amor a cielo abierto,
andar laberintico.

Extinción o exitación,
acerco la luna, reflejo
tus ojos grises,
¿qué guardas detrás?

Aterriza mi cuerpo en tu anestesia,
aquí en ningún lugar,
oscuro o antesala de oscuro,
no cielo,
no infinito,
no astro,
no esencia,
solo cuerpo volando.

IV

Revólver o extraño,
la vida a sesenta metros.
Aire, endovenosa al pecho,
amor a cielo abierto.

Dientes, manía al cuello,
femme transfusión fatale,
pintalabios mi sangre.
Revólver o extraño, tu mirada.
Retrato, mis pupilas.

Ro

ternura número dos

caminaba por el medio de la calle dejando que el aire demorara el vuelo de su vestido. sus pies se definían en una línea recta imaginaria sobre los adoquines, aguzando el uno delante del otro, una  diligencia casi militar. perdió la confianza en él cuando se bajó del vagón, minutos atrás, justo antes de terminar el primer capítulo del libro. cualquier libro de 30 céntimos comprado en una tienda de antigüedades sería una buena opción; ya sabía a lo que se enfrentaba.
había pensado en estirarse sobre la jarapa, en el martillo de la playa, pero finalmente el plan del domingo se reducía a visitar a sus tías, en la periferia de la ciudad, donde el fondo azulado envolvía el sinfín de chimeneas humeantes.
las luces de los farolillos rebotaban en su cara, mordían su nariz y la envolvían en un color cobre, que la llevaba a dormir en el medio del desierto. esa noche sabía que en un sólo minuto se dictaría el final de la aventura más estúpida en la que se había embarcado. el latido burbujeando dentro de su pecho no era garantía de estar viva: quería saberlo. ni si quiera se esperó el elevador. cinco pisos a pie fueron una anécdota en la concepción de tiempo que se venía manejando horas, casi días atrás. ya no aguantaba más. ya necesitaba tener la certeza o perder la fé. o las dos cosas.
fue rápido y contundente. casi demasiado para el hilo de vida del que estaban colgando un puñado de meses ilusorios. la decisión final nunca se había descubierto tan clara, tan desesperanzadora, tan lejos del entendimiento emocional. ‘todo es culpa de la oxitocina’ fue la humilde frase que se le vino a la mente. después, pasó largas horas dormida, incluso días, otra vez, sola, como al principio, tendida en la jarapa, comiendo pistachos y leyendo revistas de horticultura.

xío xicarú

Fantasma

Encontré a Esteban en la calle de San Juan, frente a la iglesia; aún no eran las 5 de la mañana (recien salí de la cantina), pero él, no traía chamarra a pesar del méndigo frío que hacía. Me sorprendí al ver que yo tampoco traía. No lo habría notado si él no me lo hubiera dicho. Su camisa estaba manchada de sangre, aún húmeda, al parecer chorreaba de su panza. Recuerdo que hace mucho se armó un desmadre en la cantina del pueblo (nunca supe cual fue el motivo). Hubo golpes y no faltó quien sacara la pistola o el machete. Precisamente a Esteban le habían herido, el cuchillo le atravesó de lado a lado por el pecho; mientras, yo le veía, y casi sin mover la boca, me dijo: -Hace tiempo que no te veía, creí que habías muerto.- Le respondí que no, pero casi dudándolo.

Ro

triángulo

suelo explicarle mis problemas a las personas menos indicadas, conducir las conversaciones a lugares poco comunes y manejar la sintaxis de una conversación como un perro que se rasca compulsivamente las pulgas. como arrancándome la lengua de la boca o como tomar un raspado de limón electrizante en pleno verano. como si me fueran a premiar por armonizar las palabras con sonrisas disparejas.
luego, en mi cuarto tengo colgadas dos estrellas marinas, una de color rojo y otra de color azul. la roja significa que tenga cuidado con el mar, con las lenguas de fuego que me abrasan entre sus aleteos. la azul me recuerda lo fácil que es esconderme de todo, y dedicarme a mirar con ojos de ausente el vuelo de las moscas.
allá arriba, sobre el closet, hay una nota que nunca alcanzo a leer, pero tampoco me esfuerzo. mis manos están calientes, mis pies fríos. me voy a enfermar. de gusto.
y luego, sigo hablando sola, contra la pared blanca por la que caen gotas de sudor, la que me responde con un bucle de silencios encadenados. la pared donde estaban colgadas las dos estrellas, la que no me mira para no llegar a acuerdos. yo me iré de nuevo y ella se quedará, viendo como siempre, cómo siempre, llegan y se van.
me hago cargo de los dos, que siempre son tres, pero sólo soy yo.

xío xicarú